Los pasajes no deben ser tenidos en menos consideración que una avenida o una simple calle. Y menos aún cuando destilan un aroma avainillado, aunque solo sea en su floreado nombre, impagable pese a que recuerde a un mero batido o a un incierto helado. La gracia del asunto es que en tal pasaje no existe ningún número. La vainilla arrinconada y solitaria.
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