Serie D: arqui_texturas (45): depósitos Cementos Goliat

Llegar en barco a una ciudad supone un impacto visual de primer orden, siendo la primera imagen con la que se topa el viajero el horizonte arquitectónico singular de esa ciudad, lo que los modernos llaman ahora skyline. La llegada marítima a la ciudad de Málaga ofrece una silueta definida por la catedral, inundada por la Alcazaba y matizada por la Equitativa. A todo lo cual se suma la imagen icónica que el mismo puerto llega a producir; un puerto, el malagueño cuajado de construcciones que luchan por erigirse en símbolo y señal inequívoca dentro de ese llamado skyline. Una vez que el mayestático y regionalista silo fue demolido, para dejar paso a la ambiciosa pérgola del Palmeral de las Sorpresas (sic), fue la Farola ( curiosa denominación femenina para un faro ) la que alcanzó el status de edificio más emblemático del recinto portuario, aunque la reciente instalación de una noria panorámica intenta arrebatarle tal honor. Todo ello si excluimos de esta carrera arquitectónico-popular al imponente y colosal grupo de grúas para descargar contenedores que se imponen, de facto, en todo el panorama visual de la ciudad.


Pero en tan absurda competición siempre se le ha hurtado la posibilidad de subirse al primer puesto de tal ranking a dos edificaciones gemelas, bastante sobrias, incluso hay quien diría que aburridas, pero de una presencia tan rotunda como innegable: los depósitos de Cementos Goliat.


Situados a la entrada de la bocana del puerto, y levantados, posiblemente, en la década de los 70, son un perfecto ejemplo de arquitectura industrial dedicada al almacenaje de los derivados del cemento. Ambos gigantes edilicios fueron construidos por la cementera de La Araña, cuyo origen se establece a principios del s. XX y que tuvo como marca comercial más activa e intensa la de cemento Goliat, un acertadísimo y forzudo nombre para un producto sinónimo de dureza y fortaleza.


Tales gemelos, rodeados de una panoplia industrial tan extraña como, en cierta medida, bella, tienen como elemento significativo un rótulo pintado en su parte superior, que funciona como ojo ciclópeo, redundado en el uso del amarillo, y que expresaban de forma sucinta la marca de cemento más usada en la época. Una marca muy recordada por el común de los malagueños, pero no así estos enormes tanques, de presencia silenciosa y abrumadora, que llevan sirviendo, ya tantos años, de fieles observadores del vaivén marítimo del puerto malagueño.


Y si los cementeros tanques se hayan algo esquivados en el sentimiento visual de los malagueños, qué decir de sus postreros compañeros de plataforma, situados a sus espaldas, de menor tamaño, pero magnífico sabor, como son esos dos enormes contenedores de la empresa Bacardí, cuyo flemático rótulo pintado empieza a desaparecer, como la presencia de la compañía de licores en la capital malacitana. A destacar esa soberbia escalera serpenteante, y es que la industrialización no debe de estar reñida con cierto estilo, a veces no buscado.

Ubicación: Puerto de Málaga 



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