Sin duda alguna la
Estación Central de Milán ( Milano Centrale ) es una de las estaciones de ferrocarril más impresionantes de toda Europa, un edifico de una rotundidad apabullante, de una majestuosidad decadente, tan típicamente italiana, nacida al albur de la gran expansión ferroviaria de comienzos del siglo XX.
Mezcla de diferentes estilos, del
art noveau al
art decó, pasando por el modernismo industrial ( de ahí su cúpula y forjados ) y ecos
palladianos, a causa de la dilación de su construcción, puesto que fue proyectada en 1912 por
Ulisse Stacchini, inspirándose en la
Union Station de Washington, y finalmente inaugurada en 1931, el año IX de la era fascista, como bien quedó reflejada en su fachada.
Una fachada cuajada de elementos mitológicos, sobre todo grecolatinos, caso de ese Pegaso, el mitológico caballo alado, posiblemente acompañado por Belerofonte, su intrépido domador; así como otros elementos que aúnan el tema mitológico con formas geométricas de gran fortaleza.
Ya en el interior se prosigue con este programa simbólico espiritual, caso de una representación de los doce signos del zodiaco, emparentado con el ciclo de la vida y la rueda viajera que lleva a todo viajero a sumirse en ese continuo temporal que comienza con una salida y finaliza con un regreso, siempre incesante.
Una explosión viajera, aunque esta vez más espacial e interior, con cierto deje a orgullo nacional ( muy de la época ) que también se expresa en esos conjuntos de cerámica pintada de las más importantes urbes italianas, especie de soberanas expectativas de los destinos que esperaban al venturoso/aventurado viajero. Se muestran los ejemplos de Turín y Florencia.
Aunque otro ejemplo de conjunto cerámico, esta vez de corte historicista, y algo esquivo en su ubicación, y muy interesante por lo que representa, sea el que muestra el encuentro entre
Mussolini y el rey
Víctor Manuel III después de la Marcha sobre Roma. Un Duce que fue luego dañado en un intento algo tosco de
damnatio memoriae.
Soberbio ejemplo del estilema del progreso y el desarrollismo que caracterizó al siglo XX, a la par que se erigía en alambique comunicativo de las ciudades que eran el motor de esa Nueva Italia que pretendían construir con tacón fuerte y bota alta. La geografía italiana transmutada en alma del futuro.
Ubicación: Piazza Duca d'Aosta ( Milán )
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