La cacareada y cansina crisis del ladrillo no se llevó por delante, únicamente, a inmobiliarias, promotoras, cajas de ahorros y particulares encadenados a maldiciones hipotecarias. Yendo al meollo terminológico de la cuestión, tal avalancha financiera también provocó el fin de muchas industrias dedicadas, a eso, al ladrillo. A su fabricación, vamos. Y ese fue el caso de una las fábricas más longevas de la capital malacitana: la fábrica de
Salyt.
Erigida en la década de los 40 del siglo pasado, cercana a la Granja de Suárez y posteriormente arrinconada por la más
valleinclanesca de las avenidas malagueñas, se dedicó a la elaboración de ladrillos, los cuales de amontonaban, mansa y ordenadamente, en su espacioso patio exterior, y que surtían a las numerosas promociones inmobiliarias que cuajaban buena parte de la provincia.
Pero como todo acaba, la virulencia del
shock constructivo fue fatal para esta compañía, que decidió echar el cierre en 2011. Y allí sigue en pie su inmensa nave, invadida de vegetación, plagada de cristaleras rotas y carcomida por la herrumbre, como bien demuestran esos mástiles que hasta hace poco enarbolaban briosas banderas, hoy ajadas y sucias. Incluso el detalle de la fecha de datación inicial de fábrica que se expone en su desvencijada entrada no deja de ser un insidioso recuerdo de un pasado manufacturero activo y glorioso. Y cuyo futuro, según algún incierto plan municipal, pasa por la demolición y el uso lúdico-comercial de su
enladrillado suelo.
No podía faltar el apunte rotulista en esta entrada. De esta manera, mostramos al principio de la misma, mastodóntico cartel que cubre buena parte de la cubierta de la nave, así como ese rótulo vertical, adosado a una especie de chimenea, con el característico fondo amarillo y con una amable tipografía que todavía resiste mostrando el nombre de la periclitada fábrica.
Ubicación: Avenida de Valle-Inclán ( Málaga )
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