Serie F: objetuando (63): Especial Expo´92


Se cumplen ahora 25 años de la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla, vulgo Expo´92, ese acontecimiento planetario, tan gigantesco y desproporcionado como demodé y pretencioso, que metió a España en el siglo XXI ( junto a los Juegos Olímpicos de Barcelona ), así como cantidades ingentes de dinero en el bolsillo de unos pocos; dejando una estela arquitectónica y urbana a veces desabrida, a veces epatante, y un acumulado de pérdidas que aún hoy, un cuarto de siglo después, se trata de calcular. El poso cultural y pop del asunto ahora es reivindicado.


Aprovechando la conmemoración ( celebraciones para celebraciones ) mostramos algunos elementos de la cultura material surgidos de esta epítome del Quinto Centenario y qué mejor que empezar mostrando una de las entradas que daban la posibilidad de introducirnos en ese dédalo de pabellones y cabalgatas; una entrada dominada por la feliz unión entre pasado y futuro, concretada en la figura de Colón y en la de uno de los nuevos puentes construidos sobre el Guadalquivir; y todo ello presidido por el omnipresente logotipo del evento.


Toda expedición requiere un mapa y la Expo´92 no iba a ser menos. De ahí ese mapa/plano/croquis que se entregaba a los visitantes de grupo, algo esquemático y no muy manejero, aunque dominado por ese regusto pasado en el que un helipuerto era lo más.


El afán mayúsculo del visitante impenitente/turista deslomado de turno era conseguir, en cada uno de los pabellones visitados, el sello estampado que confirmaba su presencia en el mismo, cual pasaporte descerebrado, y cuya recolección se convertía en cruzada interior, donde lo de menos era deleitarse por las muestras/ excentricidades/chabacanerías mostrados en los tropecientos pabellones que jalonaban el suelo cartujano. Como ejemplo de lo anterior mostramos el sello de Kuwait, Mauritania y Túnez.


Todo acontecimiento que se precie ha de tener su libro oficial, en este caso guía, un mamotreto poco manejable, más institucional que práctico, que hacía un recorrido por los distintos pabellones que poblaban la muestra, así como mostraba una serie de utilidades para el ávido visitante. He aquí algunos detalles de la misma:


Cuadro acerca de los precios y modalidades de las entradas. Todo en pesetas, of course.


No hay guía sin plano, y el que se ofrece es desplegable, casi calcado al anteriormente mostrado, aunque ahora en color.


Del ramillete de fotografías que cuajan la guía mostramos la que incidía en la vanguardia del transporte: el monorraíl, simpsoniano medio de locomoción suspendido, más impactante que útil.


Y si algo es propio de este tipo de eventos son las mascotas de los mismos. En este caso, Curro, ese pájaro saltarín y algo bobo, con cresta y pico multicolor, que se quedó en hermano pobre de Cobi, la otra gran mascota de ese fulgurante 1992 hispánico.


Aunque si hay algo verdaderamente propio y necesario para estas explosiones lúdico-sociales son los patrocinios y patrocinadores. Mostramos el realizado por Banesto para la Torre panorámica de la Cartuja. Poco más de un año después el banco era intervenido. Paradojas.


Y como colofón la guía muestra una terna de carteles anunciadores de la Exposición, conjugando modernidad, tradicionalismo sevillano y eclosión currista, y no me refiero al torero.

Somero repaso a la algarabía material que supuso la Expo´92, pistoletazo de salida a la efusividad del merchandising patrio y propio, culmen de la efeméride y reinvención de las formas celebracionales destinadas al gozo popular, así como a otra forma de hacer negocios en España: la coartada cultural.



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